
Bien es sabido que el ritmo del cine europeo es muy distinto a la edición rápida de Hollywood y de casi todo el cine occidental y comercial, pero Beauvois exagera al poner a monjes meditando en pleno silencio, y repetidamente cantando lo que popularmente se llaman cantos gregorianos, y que ignoro si sea el nombre correcto.
Fue una lástima, pues la trama daba -y tiene sus momentos-, de reflexiones interesantes sobre la fuerza de la vocación de los principios. Lástima que tantos momentos muertos, soporíferos y repetitivos den por resultado una cinta con tan mala narrativa.
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