
Entre lo surreal y lo absurdo, como siempre, los Coen narran una auténtica tragedia con toda su crudeza y ridiculez, vista desde los ojos absortos de Frances McDormand en la actuación que le dio el Oscar como una mujer embarazada cuyo talento innato le hará resolver el caso con impresionante eficacia, mientras que en otro lado está el gran William H. Macy, semidiós del cine semiindependiente, como el hombre cuya avaricia y patetismo desencadena la casi increíble serie de eventos que vemos en la cinta.
Y al final, una "moraleja" o "mensaje" simplificado por McDormand. Uno muy simple, pero que en manos tan talentosas como la de los Coen, se convierte en toda una gran experiencia.
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