domingo, 5 de febrero de 2012

The Descendants

The Descendants es una clásica película indie sobre una familia tremendamente disfuncional cuyos lazos serán puestos a prueba a través de una situación extrema, y que encantará sobre todo a los fans del "subgénero", por llamarlo de alguna manera.

El catalizador en esta historia es el padre, interpretado por George Clooney en lo que muchos han llamado la mejor actuación de su carrera, (¡qué rápido se olvidaron de la fantástica Up In The Air!, aunque también lo hace excelente en Burn After Reading), y que en verdad hace un fantástico trabajo de antología entregando una actuación muy humana y realista, considerando las extraordinarias circunstancias que lo rodean. El protagónico se muestra en un momento altamente vulnerable donde tiene que lidiar con varios problemas a la vez, pero nunca deja a sus hijas verlo quebrarse, y no por guardar cierta imagen, sino porque ellas así lo necesitan. Es por ello que el momento climático del personaje es verdaderamente muy emocional y fuerte de observar.

Clooney es uno de los ricos herederos de valiosas tierras en Hawaii, que debe reconectarse con sus hijas luego de que su esposa sufre un terrible accidente que la deja en coma, mientras que también siente la presión de su familia por decidir qué hacer con las tierras, pues él es el potestado legal, y el plazo está por terminarse.

Además del estelar, sobresalen por su calidad las actuaciones de Shailene Woodley y Amara Miller como las hijas, y Nick Krause como el "amigo" de la hija mayor, un verdadero idiota pero con el corazón en su lugar, y que representa el alivio cómico de la cinta, así como la hija menor que se comporta como toda una malcriada. Por su parte, la química ofrecida por Woodley y Clooney es espectacular y digna de verse, pues se complementan a la perfección, y es prácticamente el dúo que sostiene toda la cinta.

Como en otra excelente cinta de su autoría, Sideways, el director Alexander Payne vuelve a regalarnos una deliciosa historia de vida, con todas las risas y lágrimas que ésta incluye, ambientado en escenarios idílicos contrastantes con las secuencias que observamos. En este caso, además invita a la reflexión sobre el legado que hemos recibido y que nos hace ser lo que somos, pero más importante, lo que le dejaremos a nuestros seres queridos, los cuales -por su parte-, también tienen mucho que enseñarnos.

jueves, 2 de febrero de 2012

War Horse, de Steven Spielberg

Después de tres años sin dirigir una cinta, Steven Spielberg volvió en 2011 con The Adventures Of Tintin y War Horse, siendo esta última una adaptación a la novela de Michael Morpurgo, y que a su vez ya había triunfado como obra de teatro en el West End londinense.

Spielberg había manifestado su amor y obsesión por la obra teatral, que fue lo que lo llevó a adaptarla a la pantalla grande con su muy particular estilo de heroísmo y melcocha para toda la familia, con una técnica y ritmo -como siempre- impecables.

El director le apuesta a la épica en esta historia sobre un joven que busca a su caballo en las trincheras europeas de la Primera Guerra Mundial, visto más que nada desde el punto de vista del equino. Esta visión épica se demuestra en sus encuadres, en la fotografía de su antiguo colaborador Janusz Kaminsky y en la música del inmortal y genial John Williams, éstos dos últimos acreedores a una nominación en la próxima entrega del Óscar. Otro viejo socio de Spielberg, Michael Kahn, vuelve a las tareas de edición.

Durante dos horas y media (que en realidad se van como agua, evidenciando una vez más la maestría narrativa de Spielberg, que se autodefine antes que nada como un cuentahistoiras), seguimos la travesía del caballo Joey en dos partes. En la primera vemos el vínculo creado entre el caballo y su dueño Albert para explicarnos porqué al joven le importa tanto; mientras que en la segunda seguimos a Joey en sus encuentros con diversos personajes que podrían estarlo alejando cada vez más de Albert, mientras atestiguamos las tragedias íntimas y privadas creadas por los conflictos bélicos globales. Al mismo tiempo, la fotografía y música de los ya mencionados Kaminsky y Williams va cambiando, adentrándonos en los ambientes y situaciones por las que va pasando Joey, hasta el climático final con reminiscencia fotográfica a Lo Que El Viento Se Llevó.

Pareciera que Spielberg intentó precisamente crear un clásico que contuviera toda una paleta para emocionar a propios y extraños en una historia inolvidable... y lo logró.